Colombia: Entre el trauma y la ideología
17 de octubre de 2025
Autor:
Sara Sofia Triviño Ramírez
Diversas aproximaciones psicológicas arrojan luz sobre cómo comprender la función del trauma y el miedo en la configuración de las preferencias políticas. Pues, en contextos de miedo e incertidumbre, los traumas colectivos pueden amplificar sesgos cognitivos y emocionales.

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Introducción
La moderna violencia en Colombia ha estado presente durante más de 50 años y su permanencia ha generado diversos daños e impactos devastadores para las víctimas, familiares, comunidades, organizaciones e instituciones públicas, y en general para la sociedad colombiana. En términos generales, los impactos son complejos a causa de la diversidad, magnitud y naturaleza que pueden llegar a tener los actos de violencia (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013, p. 259). Esto se debe a que en su configuración recaen varios aspectos, como: las características de los eventos violentos ocasionados, el tipo de victimario, las modalidades de violencia, las particularidades y los perfiles de las víctimas (es decir, si vivieron los hechos de manera directa o indirecta; su edad, género, pertenencia étnica, condición de discapacidad, experiencia organizativa, adscripciones políticas y religiosas) (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013, p. 259).
En ese mismo sentido, la magnitud de la guerra colombiana no solo se expresa a través de la cantidad de personas fallecidas o secuestradas, sino que también se manifiesta en una violencia destructiva como los secuestros, el desplazamiento forzado, la violencia sexual, las minas antipersonales y la destrucción de bienes (Armada Nacional de Colombia, 2025).

Fuente: Elaboración propia datos de la Comisión de la Verdad (2025)
En efecto, entre 1985 y 2018, el desplazamiento forzado concentró el 36,9 % de las víctimas (753 casos), seguido de amenazas (28,8 %) y homicidios (22,1 %), lo que evidencia que la violencia en Colombia se dirigió principalmente al control e intimidación de la población civil más que a combates directos. Además, la desaparición forzada (6 %) y el secuestro (2,5 %), aunque menos frecuentes, tuvieron alto impacto humanitario. En conjunto, más del 87 % de los hechos se concentraron en tres formas de violencia, reflejando un patrón de despojo, presión y desplazamiento.
Con base en lo anterior, diversas aproximaciones psicológicas arrojan luz sobre cómo comprender la función del trauma y el miedo en la configuración de las preferencias políticas. Pues, en contextos de miedo e incertidumbre, los traumas colectivos pueden amplificar sesgos cognitivos y emocionales. Estos traumas están vinculados a ideologías de entitlement, las cuales petrifican la memoria colectiva de un desastre experimentado por los antepasados de un grupo actual, el cual a su vez se transmite de generación a generación hasta determinar la identidad del grupo (Volkan, 2021, p.147).
En consecuencia, el trauma colectivo dejado por décadas de conflicto armado en Colombia ha configurado sesgos cognitivos y emocionales que moldean las percepciones ciudadanas de riesgo e inseguridad. Como resultado, los efectos psicológicos se traducen en una mayor predisposición hacia discursos y políticas de orden y control, promovidos por sectores políticos de derecha, especialmente en contextos de aumento de la violencia o debilitamiento del Estado. En consecuencia, este texto analiza el impacto emocional del conflicto en la salud mental individual y colectiva como un factor determinante de las preferencias ideológicas y electorales de la sociedad colombiana contemporánea.
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Conceptos
Ideologías de entitlement: Expresa la búsqueda colectiva de recuperar las pérdidas heredadas del trauma, que se convierte en un “trauma elegido” reflejado en el sentido actual de derecho y relación con los otros (Volkan, 2021).
Violencia: Al uso de una fuerza abierta o escondida, con el fin de obtener de un individuo o un grupo eso que ellos no quieren consentir libremente (Martínez, 2016).
Trauma: Respuesta emocional a un evento terrible (Leonard, 2021).
Sesgo cognitivo: Hace referencia a la tendencia a pensar de forma distorsionada, interpretando la información de manera sesgada y afectando la toma de decisiones y percepciones. (Clínica Universidad de Navarra, 2023).
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La huella emocional del conflicto
El conflicto armado colombiano se destaca por la continua violación sistemática de los derechos humanos de la población. El fenómeno ha generado diversos impactos negativos en las víctimas, tales como daños morales, emocionales y a la salud, mayormente relacionados con la salud mental. De acuerdo con el (Instituto Nacional de Salud, 2018) “la salud mental de los sujetos se expresa en las formas de relacionamiento del individuo con su familia y comunidad, [y] obedece a procesos de carácter histórico, político, social y cultural, por tanto, no sólo depende de aspectos de índole biológico del individuo, sino también de sus condiciones de vida y la garantía de sus derechos”. En consecuencia, la huella que ha dejado el conflicto armado en la sociedad colombiana se ha manifestado de diversas formas en la vida de las víctimas y sus familias.
Desde este punto de vista, el conflicto armado como una experiencia humana «traumática» se revela en las emociones de las víctimas: desde formas de dolor, miedo, hasta episodios de rabia que son la consecuencia del sufrimiento emocional (Instituto Nacional de Salud, 2018). Además, estas resistencias emocionales y simbólicas coinciden con el time collapse, el cual es lo fantaseado del pasado, lo sentido ahora y lo esperado para el futuro que se unen para generar una continuidad emocional que mantiene las ideologías de entitlement. También esta clase de percepciones heredadas del pasado se amplifica e impide la búsqueda de soluciones pacíficas en el presente (Volkan, 2021, p. 147). Asimismo, las ideologías de entitlement no solo perpetúan el dolor histórico, sino que también condicionan las relaciones sociales y los procesos de diálogo en el presente.
A partir de lo anterior, los principales problemas de salud mental en Colombia están asociados con la exposición a eventos traumáticos y a la violencia (Encuesta Nacional de Salud Mental, 2015, p. 19). En estos casos, algunos de los sujetos que experimentan los eventos traumáticos pueden desarrollar trastornos mentales (Encuesta Nacional de Salud Mental, 2015, p. 178); un fenómeno que se puede evidenciar en la siguiente gráfica:

Fuente: Elaboración propia datos de Encuesta Nacional de Salud Mental (2015)
La gráfica muestra que el 9,1% de los adultos colombianos ha sufrido algún trastorno mental, lo que equivale a unos 4,7 millones de personas. Además, los trastornos afectivos (6,7%), depresivos (5,4%) y de ansiedad (3,9%) reflejan una alta carga emocional en la población, especialmente entre los jóvenes de 18 a 44 años, los cuales presentan mayores influencias. Aunque los porcentajes parecen bajos, su magnitud real evidencia un problema de salud pública que trasciende los diagnósticos clínicos y expresa cómo emociones como la tristeza, el miedo o la preocupación se han convertido en síntomas de un malestar social y emocional colectivo.
Por lo tanto, los traumas causados por guerras o conflictos internos son más profundos que los causados por desastres naturales, a causa del dolor que proviene del «otro» identificable que actúa con intención de dañar. A partir de eso, este trauma afecta la identidad colectiva de las víctimas y genera desconfianza, resentimiento y una herida emocional (Volkan, 2021, p.147). Un hecho que se constata con los datos anteriores, lo cual evidencia que el trauma colectivo del conflicto armado ha dejado huellas emocionales y psicológicas profundas en la población.
También lo más dramático en lo que respecta a la salud mental es la vulneración psicológica de las víctimas y los victimarios, quienes enfrentaron “un horror psíquicamente no asimilable”, sin posibilidad de resolver o integrar plenamente su experiencia. Además, los efectos del conflicto se extienden a toda la sociedad, lo cual genera un proceso de deshumanización y desensibilización colectiva que empobrece la capacidad de empatía, de comunicación y de esperanza. (Encuesta Nacional de Salud Mental, 2015, p. 106). En conjunto, estos datos y reflexiones confirman que la guerra no solo ha dejado heridas físicas, sino también una fractura emocional e identitaria que persiste en el tejido social colombiano y se transmite de generación en generación.
La violencia que moldeó las ideologías
Los daños que ha dejado la violencia en el ámbito de la salud mental han sido reconocidos por el Estado colombiano desde una apuesta de política pública, donde se reconoce que el conflicto armado afecta no sólo físicamente a las víctimas, sino que también interfiere en su proyecto de vida, y las esferas individual y colectiva (Instituto Nacional de Salud, 2018). Además, el miedo aparece como la única forma de protegerse frente a la constante amenaza que representa la presencia de los actores armados. En el cual las huellas emocionales se terminaban manifestando de forma física (Instituto Nacional de Salud, 2018).
Sin embargo, la debilidad del Estado es una de las posibles causas del debilitamiento de la seguridad en el país. Lo cual proporciona una explicación de la persistencia del conflicto interno. También el Estado está declarado por una guerra militar y al mismo tiempo la violencia y el comportamiento criminal se relacionan con el narcotráfico, lo cual genera riesgos para la seguridad social (Masón, 2000, pp. 81-84). Lo anterior genera una inestabilidad en el Estado para proteger a sus ciudadanos.

Fuente: Elaboración propia datos sacados de Consejo de Bogotá (2024)
La gráfica evidencia una disminución general en los delitos de hurto con cambios negativos que varían entre -0,14 % y -0,50 %, lo cual sugiere una mejora en la seguridad patrimonial y en la efectividad de las estrategias policiales de prevención del crimen urbano. Sin embargo, contrasta con el incremento en los delitos asociados a la violencia y el conflicto: las violaciones de vida aumentaron un 2 %, seguidas por los heridos de fuerzas militares (0,52 %) y los asesinatos de miembros de la fuerza pública (0,28 %).
Estos datos reflejan que, aunque el hurto presenta una tendencia descendente, la violencia letal y los ataques a la institucionalidad estatal mantienen un comportamiento preocupante. Lo anterior indica una persistencia de las dinámicas del conflicto armado y del narcotráfico, así como una fragmentación de las economías ilegales que sigue generando altos niveles de riesgo en las zonas rurales y periféricas. En consecuencia, la reducción de los delitos patrimoniales no se traduce en una percepción general de seguridad, dado que la violencia asociada al control territorial y a los grupos armados continúa en ascenso.
A partir de esto, en el contexto colombiano puede comprenderse como una respuesta psicológica la necesidad de reducir el miedo y la incertidumbre. Asimismo, los investigadores han desarrollado intervenciones a la teoría del conservadurismo como una cognición social motivada para comprender las influencias de la heredabilidad genética y la resistencia al cambio (Jost, 2021, p.245) En este sentido, existe una unidad estructural entre las necesidades psicológicas y las manifestaciones ideológicas de esas necesidades, lo que significa que las ideologías contienen un atractivo diferente para cada persona. Por lo tanto, dependiendo de las necesidades de la persona y del grado en el que son satisfechas o frustradas, la persona se inclina a una ideología u otra (Jost, 2021, p.26).

Fuente: Elaboración propia datos sacados de la Registraduría de Bogotá (2014)
Los datos comparados evidencian una diferencia significativa entre las orientaciones ideológicas de los colombianos según el tipo de tema. En el caso del conflicto armado, las posturas de derecha e izquierda son similares, con leves variaciones: la derecha predomina entre los mayores de 46 años (alrededor del 52 %), mientras que la izquierda mantiene una ligera ventaja en los grupos jóvenes (de 18 a 25 años) con cerca del 49 %. Esto sugiere que, en temas de seguridad y orden, el país conserva una tendencia hacia posiciones conservadoras y de control estatal, especialmente entre generaciones que vivieron los años más intensos del conflicto.
En contraste, en los temas políticos y sociales, la izquierda predomina ampliamente en todos los grupos de edad, con porcentajes que oscilan entre el 60 % y el 67 %. El patrón refleja un giro progresista en la opinión pública frente a asuntos como la equidad, la participación y los derechos sociales. No obstante, la persistencia del equilibrio ideológico en torno al conflicto armado indica que la experiencia del trauma colectivo aún moldea percepciones de riesgo e inseguridad, manteniendo un respaldo hacia discursos de “mano dura” y autoridad estatal.
Recomendaciones
Educación emocional y ciudadana en el sistema educativo: Incorporar en la educación básica y superior programas de formación emocional y memoria histórica que fortalezcan la empatía, el pensamiento crítico y la convivencia pacífica.
Política de prevención del trauma colectivo en contextos de violencia: El Estado debe desarrollar una política pública orientada a la prevención del trauma en territorios con alta exposición a hechos violentos. Además, incluir capacitaciones a líderes sociales, docentes y profesionales de la salud sobre primeros auxilios emocionales, manejo del estrés y acompañamiento psicosocial.
Programa nacional de reconexión social y confianza ciudadana: Crear un programa interinstitucional que promueva la reconstrucción de la confianza entre ciudadanía e instituciones, mediante actividades comunitarias, diálogo social y participación en proyectos locales.
Conclusión
La huella emocional del conflicto armado en Colombia continúa manifestándose en la salud mental, las relaciones sociales y las percepciones políticas de la ciudadanía. Este trauma colectivo, al mantenerse activo por décadas, ha contribuido a una atmósfera social marcada por el miedo, la desconfianza y la polarización, lo que influye directamente en las preferencias ideológicas y electorales de la población. Por lo que se plantean dos escenarios.
En un escenario positivo de mediano y largo plazo, si el Estado implementa políticas y programas nacionales, se fortalecerá el tejido social y la salud mental colectiva. Lo anterior permitirá formar ciudadanos más empáticos, críticos y participativos, capaces de reconocer la memoria histórica, reducir los sesgos cognitivos y construir una cultura política orientada a la paz, la inclusión y la confianza institucional.
En un escenario negativo, si no se adoptan estas medidas, la persistencia del trauma colectivo podría seguir alimentando discursos de miedo y polarización, lo cual fortalecería las ideologías autoritarias y la desconfianza hacia las instituciones. En consecuencia, se mantendría una sociedad emocionalmente fragmentada, más vulnerable a la manipulación política y menos preparada para avanzar hacia una paz duradera y una democracia realmente participativa.
Referencias
Armada Nacional de Colombia. (2025). La magnitud de la guerra en Colombia. Ventanilla Virtual. https://ventanillavirtual.armada.mil.co/es/content/la-magnitud-de-la-guerra-en-colombia
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Jost, J. T. (2021). Left & right: The psychological significance of a political distinction. Oxford University Press. Recuperado de https://dn720003.ca.archive.org/0/items/left-and-right-the-psychological-significance-of-a-political-distinction/Left%20and%20Right%20The%20Psychological%20Significance%20of%20a%20Political%20Distinction%20(John%20T.%20Jost)%20(z-lib.org).pdf
Leonard, J. (2021, 24 de agosto). ¿Qué es un trauma? Tipos, síntomas y tratamientos. Medical News Today. https://www.medicalnewstoday.com/articles/es/que-es-trauma
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Ministerio de Salud y Protección Social, Pontificia Universidad Javeriana & Colciencias. (2015). Encuesta Nacional de Salud Mental 2015: Tomo I. Ministerio de Salud y Protección Social. ISBN: 978-958-8903-20-0. Recuperado de https://www.minsalud.gov.co/salud/publica/SMental/Paginas/gestion-integrada-para-la-salud-mental.aspx
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Volkan V. D. (2021). TRAUMA, PREJUDICE, LARGE-GROUP IDENTITY AND PSYCHOANALYSIS. American journal of psychoanalysis, 81(2), 137–154. https://doi.org/10.1057/s11231-021-09285-z




