Los estragos democráticos de las derechas latinoamericanas
October 1, 2022
Author:
Alexander Rojas R.
Acorde con el Democracy Index de la revista The Economist, no solo los latinoamericanos vivimos en una región menos democrática a nivel global, sino también, vivimos en la América Latina menos liberal de todo el siglo XXI.

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Resumen
Acorde con el Democracy Index de la revista The Economist, no solo los latinoamericanos vivimos en una región menos democrática a nivel global, sino también, vivimos en la América Latina menos liberal de todo el siglo XXI. Lo paradójico de este fenómeno político es que mientras que la ola rosada del socialismo del siglo XXI significó una estabilización de la democracia regional, la ola de nuevas derechas que gobernaron la última década ha significado la peor regresión democrática del hemisferio. El reto de la región en esta nueva década parece rebotar nuevamente a una ascendente izquierda que no solo se aleja del caduco socialismo del siglo XXI, sino que se acerca más a los socialismos democráticos y liberales de las democracias más avanzadas.Palabras clave: democracia, derecha, américa latina, autoritarismo, régimen híbrido
“América Latina ha registrado la mayor recesión democrática desde el lanzamiento del Democracy Index… La caída del promedio de la región (0.26 puntos), fue la peor a nivel global, presentando el mayor declive anual desde la creación del Index” (Economist Intelligence Unit, 2022).

Fuente: (Economist Intelligence Unit, 2020, 2022)
Acorde con el Democracy Index de la revista The Economist, no solo los latinoamericanos viven en la región menos democrática a nivel global, sino también, en la América Latina menos liberal de todo el siglo XXI. Lo paradójico de este fenómeno político es que, mientras que la ola rosada del socialismo del siglo XXI significó una estabilización de la democracia regional, la ola de nuevas derechas que gobernó la última década ha significado la peor recesión democrática del hemisferio. Solamente entre 2020/2021 [Gráfico 1], el hemisferio latinoamericano disminuyó la cantidad de: «democracias plenas» (3 a 2); las «democracias frágiles» pasaron de 13 a 11; y, por ende, aumentaron, por un lado, los «regímenes híbridos» (5 a 7) y, por otro, los «autoritarismos» (3 a 4). En términos comparativos a nivel global, si bien el mundo es menos democrático pasando de un promedio en 2020 de 5.37 a uno en 2021 de 5.28 (-0,09); América Latina registra la peor caída anual con -0.26, siendo la región con el peor performance democrático al superar otras zonas que aparentan menores condiciones estructurales para el desarrollo democrático como lo son el África subsahariana (-0.004), Medio oriente, África del Norte (-0.03), Asia y Australasia (-0.16).
Frente a los competidores directos con los cuales se comparten promedios típicos de regímenes híbridos y democracias frágiles (5.00-6.00), como Asia y Australasia, así como Europa del Este, América Latina pierde terreno acercándose a unos nuevos competidores que difícilmente alcanzan los promedios necesarios (6.00) para ser considerados una democracia. En este sentido, el efecto final de este último coletazo de los gobiernos de la nueva derecha latinoamericana es una crítica regresión del patrón histórico: en lugar de ser la tercera región del mundo más democrática, detrás de Europa occidental y América del Norte, y con promedios por encima de 6.00 desde el 2006, la nueva década despunta con el hundimiento de las democracias latinoamericanas y su conversión en regímenes híbridos. Una tendencia que se aleja del idealismo occidental, para acercarse a las dinámicas de estancamiento político del mundo asiático y de Europa del Este.
Desde una perspectiva macro, la causa parece bastante clara; mientras que a comienzos de siglo los más pesimistas o más radicales auguraron un empeoramiento general de las democracias latinoamericanas como consecuencia directa del autoritarismo que caracterizó la entrada en escena del socialismo del siglo XXI –con golpes de Estado, reformas constitucionales, presidencialismos fuertes y restricción de las libertades civiles–, la realidad vista en retrospectiva es que si bien dichos gobiernos de izquierda no dejaron unos regímenes más democráticos, por lo menos no los deterioraron al punto de presionar una conversión crítica de la estructura regional. Por supuesto, aparte de las viejas ovejas negras del hemisferio (Haití, Cuba, Nicaragua, Venezuela), estos 4 autoritarismos no lograron durante las dos primeras décadas del siglo invertir la tendencia regular de América Latina. Así, entre 2006 y 2017 Latinoamérica mantuvo un promedio global de 6.37, ubicándose por encima de la línea de las «democracias frágiles» (6.00). Por el contrario, a partir de 2018 y con tan solo 4 años de medición, la región cayó a un promedio de 6.07, es decir, -0.30 menos que en prácticamente la década anterior. El resultado final fue un promedio en 2021 que hundía las frágiles democracias regionales por debajo de la línea de los regímenes híbridos (5.99), los cuales significan democracias electorales dudosas con un Estado de Derecho vulnerado.
La línea límite 2018 [Gráfico 2] marcará un periodo crítico para la historia política reciente de la región. Tres de las cinco naciones más grandes eligieron presidentes de derecha, Chile con Sebastián Piñera (marzo 2018), Brasil con Jair Bolsonaro (enero 2019) y Colombia con Iván Duque (agosto 2018). De este modo, ese umbral que se extiende entre 2018-2021 presenció el peor performance democrático de la región. Su peor resultado: la egradación de Chile de su estatus de «democracia plena» (las únicas de la región junto con Costa Rica y Uruguay), a una democracia frágil.
El gobierno de Piñera fracasó en su intento por conservar formas autoritarias de gobierno, particularmente, en el uso de la fuerza frente a las protestas sociales que estallaron durante el 2019 y que presenciaron una notable degradación de los Derechos Humanos y los instrumentos de control estatal.

Fuente: (Economist Intelligence Unit, 2020, 2022)
El pactismo democrático fue finalmente fruto de un baño de sangre en las calles, arrestos arbitrarios y una presión social que degradó el orden civil. Por su parte, Colombia retrocedió quince años de progresos con un puntaje de 6.48 en 2021, situación que significaba retornar al mismo nivel democrático del año 2006-2007, y, adicionalmente, fue testigo del desplome de su mejor promedio histórico (7.13) que lo posicionó por primera vez en la senda de la línea de las democracias plenas (7.99-10.00). Por otra parte, el gobierno de Iván Duque enfrentó las más duras movilizaciones sociales de los últimos 50 años, las cuales fueron escasamente frenadas por las políticas de restricción de libertades civiles que se impusieron globalmente en época de pandemia. Sin embargo, con el lento retorno a la normalidad, el movimiento social derivó en un paro nacional que observó formas ilegales de violencia, tanto por parte de la fuerza pública, como de una sociedad civil intolerante que actuaba impune y violentamente contra sectores de la ciudadanía que se movilizaba desesperada por la estela de muerte, hambre y desempleo que había dejado el mediocre manejo gubernamental del COVID-19.
Finalmente, Brasil se decantó por un ex militar en una señal clara de pérdida de confianza en la tradicional élite civil del país y una mayor afinidad con los discursos autoritarios y anti-establishment. En pocas palabras, un repliegue de la cultura democrática entre los brasileños. La actitud anti-establishment finalmente ha terminado por marginar a Brasil del escenario global donde cada vez es más importante el respeto por los Derechos Humanos, el Rule of Law y el cambio climático. Este último, uno de los peores resultados que podrá mostrar la derecha brasileña con un impacto directo a nivel global en emisión de gases efecto invernadero como producto de la deforestación y la quema indiscriminada del bosque tropical del Amazonas (Foreign Policy, 2022 .
En síntesis, estos tres presidentes de derecha no solo dejaron las peores democracias del siglo XXI en cada uno de sus países, sino también, contribuyeron significativa y sistemáticamente con sus malos resultados al hundimiento general de la democracia latinoamericana en los últimos cuatro años. Desde una perspectiva micro, The Economist (2022) se inclina por considerar el performance negativo de cada una de las cinco variables que conforman el Democracy Index en un número más amplio de países. En este sentido, las deficiencias relativas a la «Cultura política» –durante la pandemia y problemas estructurales y más tolerancia por formas autoritarias de gobierno–, son evidentes en países que van desde Brasil, pasando por Haití cuya élite se vio involucrada en el asesinato del presidente Jovenel Moïse en ejercicio, hasta Paraguay, el cual fue degradado en 2022 a un régimen híbrido. Por otra parte, fenómenos como el colapso del centro político y la polarización (Perú, Ecuador, Chile), así como elecciones fraudulentas o la coacción de la oposición (Nicaragua) son igualmente determinantes en la caída del «Proceso electoral y el pluralismo». Adicionalmente, problemas estructurales como la corrupción y la pérdida de confianza pública en las instituciones (Ecuador), y una excesiva concentración del poder en el ejecutivo (México) son determinantes del mal resultado en el «Funcionamiento del gobierno». Las «Libertades civiles» han sufrido una regresión tanto en el gobierno de derecha de Bolsonaro como en la izquierda que representa López Obrador en México.
Finalmente, la «Participación política» se ha visto afectada en la región por los movimientos de masas que en el marco de las protestas han transgredido el orden legal poniendo en riesgo las libertades de otros ciudadanos que representan una mayoría.En conclusión, si bien los retrocesos parecen una constante regional que trasciende en la política de los gobiernos, hay una coincidencia con los datos de The Economist, en la medida que el peor patrón de caída consecutiva de América Latina se identifica con los seis últimos años (Economist Intelligence Unit, 2022). Un periodo indiscutiblemente marcado por el ascenso de la derecha en una región que pareció convertirse durante la primera década del siglo en el nuevo paraíso de la izquierda. Por lo tanto, el peso de esta derecha ni se puede relativizar ni maximizar. Su impacto en la recesión democrática de la región ha sido tan determinante en los últimos cuatro años como lo fue la instalación de la izquierda a comienzos de siglo. Sin embargo, tiene efectos muy contrarios. Por lo tanto, el reto que enfrenta esta nueva Pink Tide en una región profundamente golpeada por los efectos de la pandemia será recuperar los déficits democráticos acumulados de los últimos años. Esto implica recuperar variables clave como una cultura política más proclive a la gobernanza democrática y en una élite civil; elecciones libres y justas, un sano orden repubicano de check & balance entre los poderes del Estado; respeto por las libertades civiles y su promoción constante; y, sin duda, una participación política legal y equilibrada en unos regímenes donde la protesta callejera constante y anti cívica, así como una participación desbordante en las urnas pueden ser señales de alarma de una democracia disfuncional.
Referencias
Economist Intelligence Unit. (2020). EIU Democracy Index 2019 - World Democracy Report. https://www.eiu.com/topic/democracy-index/Economist Intelligence Unit. (2022). Democracy Index 2021. https://www.eiu.com/n/campaigns/democracy-index-2021/Foreign Policy. (2022). Lula’s Climate, Amazon Policies Debated Ahead of Brazilian Election. https://foreignpolicy.com/2022/09/16/brazil-election-bolsonaro-lula-climate-change-policy-amazon-deforestation/Misión Verdad. (2021). Duque, Bolsonaro y Piñera: entre la tutela y los crímenes de lesa humanidad. https://misionverdad.com/globalistan/duque-bolsonaro-y-pinera-entre-la-tutela-y-los-crimenes-de-lesa-humanidad