El «rebote económico» no asegura un sostenimiento en los próximos años.
May 1, 2022
Author:
Isabella Sarmiento, Felipe González
El 2020 estuvo lleno de retos debido a la llegada de un enemigo silencioso: el COVID-19, un virus que se insertó en nuestras vidas diarias.

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El 2020 estuvo lleno de retos debido a la llegada de un enemigo silencioso: el COVID-19, un virus que se insertó en nuestras vidas diarias. Entre todos los aspectos que se vieron afectados en los países del continente americano, el más crítico fue la economía. Para los países latinoamericanos, el 2020 representó un desplome histórico de sus economías, las cuales estuvieron azotadas por las fuertes medidas que tomaron la mayoría de gobiernos para contrarrestar la expansión del virus, entre las cuales destacan el cierre de fronteras y el intercambio del mercado interno.
Esto provocó una disminución del intercambio monetario, el aumento de la tasa de desempleo –a nivel formal e informal–, quiebre de empresas –aproximadamente 2.7 millones de empresas cerraron–, disminución en la productividad interna, disminución del poder adquisitivo, reducción de la inversión privada, aumento de la pobreza; entre otras consecuencias. Para el año 2020, los países latinoamericanos, reportaron una caída del PIB de -9.1% en la tasa de crecimiento, aumentando la tasa de pobreza, la cual superó el 37,3%, y una tasa de desempleo del 13.5% respectivamente (CEPAL, 2021) (CEPAL, 2020).
Con este panorama, la CEPAL ha cuantificado en varios informes macroeconómicos los problemas estructurales que presentan las economías de los países latinoamericanos y el proceso de recuperación de los mismos. Específicamente hablando, realizó proyecciones del crecimiento de la economía de varios países, si bien es cierto, en 2021 algunos países presentaron una recuperación económica positiva fruto de un efecto rebote de la economía o rebote económico, sin embargo, estas cifras positivas no son un indicador fiable de una verdadera recuperación económica por tres razones principalmente. Primero, los indicadores de pobreza y GINI no representan cifras alentadoras para lograr aseverar una real recuperación económica, la pobreza y pobreza extrema aumento de manera sorprendente. Segundo, el crecimiento de la inflación por la reactivación y la demanda generada, entre otras múltiples causas, provocaron una pérdida gradual del poder adquisitivo, generando así un crecimiento económico insostenible en los países.
Finalmente, los problemas estructurales de los países latinoamericanos no permiten la recuperación con facilidad y de manera acelerada.
Crisis
La década de la pandemia ha estado poniendo a prueba a muchos países y líderes políticos, pues afrontar la crisis resultó ser más complicado de lo que se podría imaginar. Todos los países del continente americano tuvieron que hacer frente a la crisis por medio de diferentes estrategias.

El 2020 fue tan amargo que desató la desesperanza y la tragedia de millones de familias golpeadas en cada aspecto de su vida cotidiana. Solo en el primer trimestre del 2020, el PIB ya había sufrido una contracción significativa de 1,56% en comparación con el mismo periodo del año anterior. Inicialmente, la crisis aumentaba las preocupaciones por la caída de la demanda interna y externa de los países y las medidas de confinamiento que, para la mitad del mes de marzo, ya habían provocado una desaceleración en las economías nacionales de los diferentes países.La coyuntura afectó con mayor intensidad a ciertos sectores específicos: la industria manufacturera, la construcción y el comercio. Durante el segundo trimestre empeoró aún más la situación económica, pues todos los indicadores macroeconómicos y microeconómicos empezaron a disminuir. Se registraron decrecimientos del 23,5% en la industria manufacturera; de 31,7% en el comercio; y de 45,8% en la construcción, según datos de la CEPAL.
Asimismo, la situación empeoraba cada vez más cuando aparecía información sobre la innumerable cantidad de muertes causadas por el virus, su alta tasa de contagio y la inminente necesidad de aislarse. Esto provocó la pérdida de millones de empleos - alrededor de 400 millones -, ya sea por la pérdida de mano de obra, o por el cierre de empresas o los recortes de personal. En las Américas, también, se perdió la mayor cantidad de tiempo de trabajo con un 18.3% en comparación con el resto de continentes; en Europa y Asia Central se reportó una pérdida de un 13,9%; en Oriente Medio fue de 13,2%; y en África de 12,1%. Adicionalmente, se reportó que las mujeres fueron las más afectadas laboralmente, pues se estima que hubo un retroceso en su participación laboral de 10 años (OIT, 2020).
Si bien, los países que presentaron una mayor caída del PIB en Latinoamérica fueron Argentina con -9,9%; Perú, -11,1%; y Panamá, -17,9%. Aunque la pandemia ha desatado la crisis, no solo esto ha sido la causa del gran desbalance económico en todo el continente, puesto que “el crecimiento promedio antes de la pandemia fue de sólo un 0,3% y el crecimiento por habitante fue negativo en el período 2014-2019” (CEPAL, 2021). Esto evidenció las políticas fiscales y económicas ineficientes que se venían empleando; al igual que, se expusieron unas inquietantes debilidades en la inversión social. La pandemia puso a prueba la capacidad de los sistemas de salud y protección social de todo el mundo. Reflejando así, una clara falta de preparación por parte de los países en relación con una crisis sanitaria, pues más de uno colapsó por la alta carga que implicó lidiar con el pico de contagio del virus y sus etapas posteriores.
Proyecciones
La llegada del 2021 estuvo cargada de esperanzas y deseos de volver a la “normalidad” pues el 2020 fue acuñado por la revista TIME como The worst year ever. Durante el 2020, la CEPAL proyectó un crecimiento del 5.2% para la región; si bien los indicadores reales fueron superiores a esta cifra -un 6.2%-; sin embargo, esto no fue suficiente para lograr una recuperación total de la economía al estado previo de la pandemia. En cifras, el 13.8% de la población cayó en pobreza extrema, lo que significó un retroceso en 27 años de políticas sociales. “Por tanto, el número de personas en situación de pobreza extrema alcanzaría los 86 millones (8 millones más que en 2019) y el número de personas en situación de pobreza llegaría a 209 millones (22 millones más que el año anterior)”.
En este contexto, habría aumentado la desigualdad en la distribución del ingreso, con un incremento del 2,9% en el índice de Gini” (CEPAL, 2021). Esto genera una paradoja dentro de los informes económicos generados por los diferentes gobiernos, pues si bien todos hablaban de crecimiento, los indicadores de pobreza y GINI demostraban que el crecimiento no se reflejaba en todos los bolsillos.Los esfuerzos de los gobiernos por mitigar la crisis no se enfocaron en los sectores más vulnerables de la población. El aumento del gasto público en la región fue aproximadamente de un 3% del PIB, lo que provocó un incremento de la deuda pública. Convirtiéndose en un freno para los países a la hora de seguir incrementando e incentivar la inversión para continuar amortiguando los golpes en cada sector poblacional.
Por otro lado, la inflación también impactó directamente en los sectores menos favorecidos, teniendo fuertes implicaciones para la pobreza y pobreza extrema. “Los factores que explican esta tendencia son los problemas en las cadenas de suministro de insumos, aumentos de los precios internacionales y volatilidad cambiaria”, según argumenta el informe anual de la CEPAL. No es unicausal el crecimiento de la inflación en los diferentes sectores de la región: la reactivación de la demanda reprimida de los consumidores; el alza en los precios de materias primas e importaciones; depreciación en los tipos de cambio; y la reorientación del gasto en servicios hacia los bienes. Adicionalmente, el avance de la inflación subyacente se presenta en países como: Brasil 7,2%, Chile 6,4% y México 5,9% (IMF, 2022).
Crecimiento insostenible
La región tuvo un rebote económico clave en el 2021, el crecimiento pasó de caer -9,1% a estar en 6,3%, lo que elevó la esperanza de una recuperación económica y finalización de una crisis insoportable causada por la pandemia. Se creía que iban a mejorar los indicadores sociales y poco a poco, se iban a cerrar las brechas que agudizaron en los dos años anteriores; pero el rebote económico no asegura aún un sostenimiento del crecimiento del PIB. Las proyecciones realizadas por organizaciones internacionales como el Banco Mundial y CEPAL advierten sobre una desaceleración inminente de 2,6% en 2022 y en 2,7% para el 2023. Esto quiere decir que los países van a seguir sometidos a los problemas estructurales que dejó en evidencia y acrecentó la pandemia. El COVID-19, la inflación, la deuda y la desigualdad “no permitirán que la actividad económica global mantenga el repunte de 2021.
La recuperación de los países emergentes y en desarrollo estaría en riesgo” (ONU, 2022). Los países con mejor repunte económico que han tenido hasta ahora unas buenas proyecciones de crecimiento y recuperación son: Chile, Perú y Panamá. Sin embargo, también se prevé que tendrán un año más complejo con respecto al anterior por desaceleración del crecimiento que se presentó en 2021. Es decir, todo el continente está en riesgo de una nueva contracción económica.
En conclusión, para una recuperación transformadora del continente se requiere que las políticas tengan una visión de largo plazo y que involucren a todos los sectores de las poblaciones de la región. Asimismo, es necesario un diseño innovador que genere políticas de desarrollo inclusivas, sostenibles y que estén ajustadas a la realidad social de los países latinoamericanos. El objetivo es lograr una recuperación económica que venga acompañada de un cambio estructural progresivo y la expansión de la protección social; lo que de pie a un modelo de gobernanza adaptado y enfocado a la resolución de las problemáticas estructurales del continente -tales como la pobreza extrema, la violencia, el narcotráfico y la corrupción-. Es importante que dentro de este modelo se fortalezca la inversión social y se creen políticas fiscales que sean económica y socialmente sostenibles.
Es decir, es importante para los gobiernos tomar en cuenta que –como ya había sido pronosticado en un análisis anterior –, la crisis agudizó temas políticos y sociales; por lo que seguirá generando desestabilidad en aquellos gobiernos que no tenga una política de inversión social efectiva. Por último, es menester generar condiciones que propicien la inversión privada de forma que la reactivación económica sea un proceso estable y a largo plazo. Que se fortalezcan las industrias ya existentes con el fin de generar nuevos empleos y recuperar los ya perdidos gracias a la pandemia. Asimismo, que se pueda insertar el continente en nuevos mercados internacionales mediante la exportación de productos manufacturados, los cuales al final generen un crecimiento significativo de las economías regionales.
Referencias
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