Sujetos políticos trans y acción colectiva: Resistencias frente a la violencia estructural en LATAM
9 de mayo de 2025
Autor:
Laura Sofía Gallo
En 2022, se registraron más de 400 asesinatos de personas trans en América Latina. Los países que más destacan son Brasil (131), México y Colombia. Las personas trans existen en los márgenes del contrato social, y su exclusión es sostenida por una política que niega su voz, su cuerpo y su historia. Frente a esto, han emergido prácticas de acción colectiva desde cuerpos trans y disidentes que resignifican el dolor, el afecto y la resistencia como herramientas políticas.

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En 2022, se registraron más de 400 asesinatos de personas trans en América Latina. Los países que más destacan son Brasil (131), México y Colombia. Las personas trans existen en los márgenes del contrato social, y su exclusión es sostenida por una política que niega su voz, su cuerpo y su historia. Frente a esto, han emergido prácticas de acción colectiva desde cuerpos trans y disidentes que resignifican el dolor, el afecto y la resistencia como herramientas políticas.
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En 2022, se registraron más de 400 asesinatos de personas trans en América Latina. Los países que más destacan son Brasil (131), México y Colombia, los cuales presentan los mayores índices según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). De acuerdo con Transgender Europe (TGEU), Brasil fue el país con más crímenes de odio contra personas trans a nivel mundial ese año. Además, el 80% de las personas trans en la región afirma haber sufrido violencia o discriminación.
Mapa de calor de los países con casos de asesinato de personas trans en América Latina desde el año 2008 al 2024.

Fuente: Gráfica propia con datos estadísticos de (Observatorio de Personas Trans Asesinadas, 2025)
Este panorama, sin duda, refleja no solo la ineficacia del Estado para garantizar derechos, sino también la persistencia de estructuras sociales que reproducen odio y exclusión. Frente a esto, han emergido prácticas de acción colectiva desde cuerpos trans y disidentes que resignifican el dolor, el afecto y la resistencia como herramientas políticas.
Este análisis sostiene que las prácticas colectivas de personas trans en América Latina se conectan desde actos de afecto como el amor filia, la afirmación identitaria y el uso político del cuerpo, con el fin de constituir formas de resistencia que configuran nuevos sujetos políticos. Estas resistencias no solo confrontan la violencia estructural, sino que también reconfiguran los discursos de poder y proponen otros modos de entender la ciudadanía, la justicia y lo político.
La propuesta de análisis parte de reconocer estas acciones no como respuestas marginales o reactivas, sino como iniciativas propositivas, capaces de transformar el orden político vigente. En consecuencia, se plantea que las políticas públicas deben proteger, además de reconocer, acompañar y fortalecer estas formas de agencia política trans y disidente.
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Conceptos:
Patriarcado: Sistema discursivo que estructura desigualdades entre géneros y se reproduce en múltiples instituciones (Facio, 2006, como se cita en Luna, 2007).
Género: Categoría discursiva útil para analizar la construcción social de desigualdades entre los sexos (Scott, 1997).
Cuerpo: Espacio socialmente leído y regulado, atravesado por normas culturales, económicas y sexuales (Vidal-Ortiz, 2014).
Prácticas intersticiales: Acciones colectivas no esperadas, motivadas por afectos como el amor, que irrumpen en la normatividad política (Scribano, 2020).
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Violencia estructural y exclusión de las corporalidades trans
La violencia hacia personas trans en América Latina es la manifestación visible de una estructura de exclusión profundamente arraigada. Esta estructura combina múltiples sistemas de dominación: el patriarcado que impone roles de género normativos (Facio, 2006, como se cita en Luna, 2007); la cisnormatividad que sanciona cualquier expresión identitaria fuera del binario hombre-mujer; el racismo que marginaliza a personas racializadas dentro de estas identidades; y el neoliberalismo que precariza la vida en general, pero especialmente la de quienes disienten de lo que se “reconoce” como orden normativo (Vidal - Ortiz, 2014).
Los datos no dejan lugar a dudas: más de 400 asesinatos de personas trans fueron registrados solo en 2022, donde Brasil encabeza la lista global de transfeminicidios (TGEU, 2022). Estos crimines no son hechos aislados, por el contrario, forman parte de un patrón estructural que va desde la exclusión educativa, la negación de acceso a salud integral, hasta la persecución y criminalización de las identidades trans. Por ejemplo, muchas personas trans deben recurrir al trabajo sexual no por elección libre, sino por falta de oportunidades laborales debido a la estigmatización estructural.
Esta violencia se reproduce también en el ámbito institucional. La falta de reconocimiento legal, los vacíos en las políticas de salud pública, la revictimización en procesos judiciales y la inexistencia de datos estadísticos con enfoque de género e identidad refuerzan la invisibilidad de estas poblaciones y limitan cualquier posibilidad de acceso real a la justicia (Scott, 1997).
Por tanto, es fundamental interpretar esta violencia no solo como un problema de seguridad o derechos humanos, sino como un síntoma de una ciudadanía incompleta. Las personas trans existen en los márgenes del contrato social, y su exclusión es sostenida por una política que niega su voz, su cuerpo y su historia.
El cuerpo trans como territorio político y lugar de enunciación
En contextos donde las instituciones silencian o eliminan, el cuerpo se convierte en el primer y más poderoso instrumento de resistencia. Como señala Judith Butler (citada en Scott, 1997), el género y el cuerpo no son solamente expresiones biológicas, sino territorios moldeados por discursos normativos. En este sentido, las corporalidades trans irrumpen como formas de disidencia política, debido a que cuestionan el supuesto “natural” del sexo biológico, desmontan el binarismo de género y evidencian que el cuerpo es un campo de batalla cultural y político.
Esta disidencia corporal ha sido históricamente sancionada mediante violencia simbólica y física. Sin embargo, lejos de esconderse, muchos activismos trans han situado el cuerpo en el centro de la lucha política: en marchas, intervenciones artísticas, performances, audiencias públicas, denuncias digitales o pedagogías callejeras. Según Vidal-Ortiz (2014), los cuerpos trans son leídos como “territorios reguladores” que, al desafiar normas, se transforman en herramientas de agencia, deseo, resistencia y resignificación política.
Estas prácticas no solo disputan espacio físico, sino también simbólico: interpelan a las instituciones, crean otras formas de habitar el espacio público y proponen nuevas narrativas de ciudadanía. Así, el cuerpo se convierte en archivo vivo de resistencia, memoria y proposición. En palabras de Scribano (2020), este tipo de acción puede ser entendido como “una interrupción en el régimen de sensibilidades dominante”, donde la presencia corporal ya es un acto político.
Por tanto, reconocer la performatividad corporal trans no es solo una cuestión de identidad, sino de justicia epistémica y política. Estos cuerpos producen conocimiento, denuncian estructuras de opresión y crean alternativas de existencia que deben ser escuchadas y respaldadas.
Amor filial y prácticas intersticiales como nuevas formas de lo político
En América Latina, la deslegitimación institucional ha abierto paso a formas de acción colectiva ancladas en los afectos. El amor, el duelo, la rabia y la solidaridad han dejado de ser considerados emociones privadas para convertirse en herramientas de movilización política. Esta resignificación ha sido conceptualizada por Amao Ceniceros (2021) como amor filial, entendido como el vínculo que impulsa a madres, hermanas y familiares a organizarse para exigir justicia ante el feminicidio o desaparición de sus seres queridos.
Por otro lado, Scribano (2020) amplía este enfoque a través de la noción de prácticas intersticiales, es decir, formas de acción que surgen en los márgenes del sistema, movidas por afectos y experiencias compartidas. Estas prácticas no solo irrumpen el orden normativo, sino que también crean espacios alternativos de verdad, justicia y reparación. Su fuerza política no proviene de los códigos legales, sino de su potencia simbólica y ética.
Un ejemplo claro es el colectivo «Rastreadoras por la Paz» en México. Estas mujeres, ante la inacción del Estado, buscan por sus propios medios a sus hijos desaparecidos. Su práctica transforma la maternidad en un acto de denuncia, y el dolor en un motor político (Amao Ceniceros, 2021). De forma similar, las redes trans que crean casas refugio, redes de cuidado, cooperativas y espacios culturales, también producen formas de justicia desde lo cotidiano.
Estas formas de acción no caben dentro de los marcos tradicionales de política pública. No buscan necesariamente la representación institucional, sino generar comunidad, construir memoria y sostener la vida. Es por eso por lo que deben ser reconocidas como expresiones legítimas de agencia política, y no como reacciones excepcionales al abandono estatal.
Recomendaciones:
Reconocimiento político: las personas trans deben ser reconocidas como actores políticos activos con representación efectiva en espacios de toma de decisiones estatales.
Apoyo comunitario: las redes de cuidado y acción comunitaria trans deben recibir financiamiento y respaldo estatal como formas legítimas de política pública.
Formación institucional: es fundamental capacitar a funcionarios públicos en género, interseccionalidad y disidencias sexuales con participación directa de activistas trans.
Educación transformadora: los sistemas educativos deben incorporar de forma transversal contenidos sobre diversidad, feminismos y corporalidades disidentes.
Sistema de monitoreo: se necesita un sistema regional de datos que visibilice la violencia contra personas trans e informe políticas estatales integrales.
Conclusión
Las personas trans en América Latina viven en un campo de tensión permanente entre la exclusión estructural y la afirmación política. La violencia que enfrentan ya sea física, institucional, económica o simbólica, no es una anomalía, sino una expresión del orden social dominante que se sostiene a partir del silenciamiento, la invisibilización y la negación de sus corporalidades.
No obstante, esta violencia ha sido enfrentada con una potencia política que no proviene de las estructuras estatales tradicionales, sino de la vida cotidiana, del dolor compartido, del amor como práctica radical, y del cuerpo como archivo viviente de resistencia. Las prácticas intersticiales que emergen desde lo afectivo, como las de las madres buscadoras, las redes de casas trans o los activismos comunitarios, no solo disputan el espacio público, sino que amplían los límites de lo político.
En este sentido, reconocer estas experiencias como formas legítimas de acción y de enunciación política es clave para construir una democracia más justa. No se trata únicamente de proteger a los cuerpos trans de la violencia, sino de reconstruir las instituciones desde sus cuerpos, memorias y afectos. Lo político no puede seguir siendo definido sin ellas.
Finalmente, una política pública verdaderamente transformadora es aquella que deja de hablar sobre los cuerpos disidentes y comienza a hablar con ellos, para así reconocer que allí donde el Estado ha fallado, ya hay comunidad, resistencia y propuesta.
Referencias
Amao Ceniceros, M. (2021). Love as a Collective Action. Latin America, Emotions and Interstitial Practices. Iztapalapa, 91, 245–253. https://doi.org/10.28928/ri/912021/rl1/amaocenicerosm
Luna, L. G. (2007). Apuntes sobre el discurso feminista en América Latina. Historia, Antropología y Fuentes Orales, (38), 145–162. https://www.jstor.org/stable/25703118
Observatorio de Personas Trans Asesinadas. (2025). TvT. Recuperado el 8 de mayo de 2025, de https://transrespect.org/es/map/trans-murder-monitoring/
Scott, J. W. (1997). El género: una categoría útil para el análisis histórico. En M. Lamas (Comp.), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual (pp. 265–302). México: Porrúa/PUEG.
Scribano, A. (2020). Love as a Collective Action. Latin America, Emotions and Interstitial Practices. Routledge.
Transgender Europe (TGEU). (2022). Trans Murder Monitoring. https://transrespect.org/en/trans-murder-monitoring/
Vidal-Ortiz, S. (2014). Corporalidades trans: algunas representaciones de placer y violencia en América Latina. Interdisciplina, 2(3), 109–133.