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Elementos críticos para las elecciones en Colombia 2026

8 de agosto de 2025

Autor:

Felipe Caputo Silva

En medio de la política del espectáculo que vive Colombia, de la violencia que recuerda fantasmas del pasado, de talantes autoritarios latentes, desconfianza institucional, crisis de gobernabilidad e inestabilidad, cabe comenzar a preguntarse varias cosas: ¿qué se está haciendo tan mal? ¿por qué la cultura política está tan menoscabada? ¿por qué las ideologías siguen siendo mantras inamovibles que dan pie a las violencias, cuando lo deseable siempre fue el pluralismo? Estas cuestiones son importantes porque a partir de ellas, su análisis y reflexión, puede llegar a depender la decisión histórica que Colombia enfrenta en el 2026.
Otros Análisis

8/8/25

Elementos críticos para las elecciones en Colombia 2026

En medio de la política del espectáculo que vive Colombia, de la violencia que recuerda fantasmas del pasado, de talantes autoritarios latentes, desconfianza institucional, crisis de gobernabilidad e inestabilidad, cabe comenzar a preguntarse varias cosas: ¿qué se está haciendo tan mal? ¿por qué la cultura política está tan menoscabada? ¿por qué las ideologías siguen siendo mantras inamovibles que dan pie a las violencias, cuando lo deseable siempre fue el pluralismo? Estas cuestiones son importantes porque a partir de ellas, su análisis y reflexión, puede llegar a depender la decisión histórica que Colombia enfrenta en el 2026.

18/7/25

Tensión diplomática: Lula enfrenta los aranceles de Trump

El conflicto diplomático entre Estados Unidos y Brasil, originado por el proceso judicial contra Jair Bolsonaro, ha escalado al terreno económico. Las amenazas recíprocas de imponer aranceles del 50% revelan un debilitamiento en los principios básicos de la diplomacia internacional. Este documento analiza las implicaciones de este enfrentamiento y propone recomendaciones para reconducir la situación bajo los principios del derecho internacional público.

4/7/25

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Introducción


Con motivo del decimotercer Festival Gabo realizado en Bogotá durante algunos días del mes de julio, la politóloga y periodista María Jimena Duzán realizó un programa en vivo para su podcast A fondo. En este, el centro de la discusión giró en torno a ¿cómo es el ejercicio del poder en América Latina? Un factor particular tenían por decir todos los invitados: la polarización de sus pueblos ha sido un común denominador que ha derivado, o está derivando en violencia. Por otra parte, en los recientes programas de la historiadora Diana Uribe reflexionando acerca del impacto de la Guerra Fría en la actualidad, la narradora afirmaba que, entre otras cosas, el pensamiento ideológico binario y hermético no sólo era traducido en violencia de diferentes tipologías, sino que además era un lugar cómodo porque evitaba el pensamiento crítico y representaba un confort que enceguece el poder ver más allá de las convicciones propias.


Ambos programas inspiran el presente texto, en el que invito a reflexionar sobre la polarización y la comodidad ideológica en Colombia, con miras, por una parte, a procurar ser menos emocionales cuando llegue el momento de elegir rama legislativa y ejecutiva; y, por otra, a aportar un pequeño grano de arena a la muy deficiente cultura política democrática colombiana.


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Conceptos

Polarización afectiva: tipo de polarización en la que los ciudadanos no solo difieren en opiniones, sino que sienten desconfianza o desprecio hacia los miembros del grupo contrario (Iyengar & Westwood, 2015).

Antagonismo ideológico: construcción del oponente como amenaza existencial más que como adversario legítimo (Laclau & Mouffe, 1985).

Radicalización: proceso por el cual un individuo adopta creencias ideológicas extremas como propias y se identifica como miembro de los grupos que las sostienen (Doosje et al., 2016 como se cita en William & Tzani, 2022).

Sesgo de confirmación: comportamiento mental que resalta evidencias sobre aspectos que son convicciones propias en la mente. Se puede decir que es una manera de creer ciegamente en lo que un individuo desee sin tener en cuenta las evidencias en contra de su idea, o también que es un comportamiento que nace por el desinterés de cuestionarse lo que se piensa real (Stafford, 2017).

Pensamiento crítico: capacidad humana de analizar información independientemente de su origen, para definir una opinión propia y justificada al respecto (LISA Institute, s.f). Es una habilidad que refuerza la identidad, el conocimiento y la capacidad de auto reflexión.

Cultura política: a partir del entendimiento de la política como concepto que implica todo el espectro social y no se limita a aspectos gubernamentales y/o estatales (Eufracio, 2017, p.109) ; y teniendo en cuenta que la cultura heterogénea, dinámica y parte fundamental de la praxis humana (Eufracio, 2017, p.106), la cultura política para efectos de este texto es un “conjunto de orientaciones políticas y actitudes o posturas de las personas hacia su sistema “ (Almond & Verba, 2001, p. 179; como se cita en Eufracio, 2017, p. 102).

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Elecciones de fuego: Colombia 2026


El 2026 significa para Colombia una de sus elecciones más importantes, inciertas e interesantes de la historia reciente, y dos cosas son posibles de anticipar desde ahora: la primera, que sea cual sea el resultado los bandos más extremos no van a reconocer tranquilamente la victoria de su oponente; y, segundo, que la polarización existente en Colombia va a estallar en todo su esplendor. ¿De las cosas más preocupantes? Una inexistencia de liderazgos y proyectos de país que apunten al crecimiento y desarrollo, y que apuesten por salirse del molde tradicional del show y el personalismo. De igual forma, preocupa un posible continuismo en el estancamiento estatal por llevar a cabo políticas públicas y cambios necesarios basados en técnica y cohesión institucional.


A pesar de lo anterior, el pueblo colombiano en general continúa debatiéndose entre caudillos de la izquierda y la derecha, mientras pierde de vista que la falta de pensamiento crítico y la comodidad en creerse dueño de la razón mientras el que piensa distinto es un torpe, se traduce en el estancamiento crítico que el país atraviesa actualmente. Por consiguiente, es éticamente necesario detenerse un momento y comenzar a pensar en la necesidad de salir de zonas de confort cómodas que se traducen en sesgos de confirmación y evitan la construcción de un pensamiento crítico sólido y competente para hacer uso responsable del voto.


Indiscutiblemente, desprenderse de las más profundas convicciones, erradas o no, es complejo y más si se trata de ideologías porque, como bien dice Harari (2016), las ideologías son religiones, de alguna forma. Pero darse cuenta de lo peligroso y negativo de ese arraigo es fundamental para comprender la importancia de evitarlo. Por tanto, un breve repaso histórico resulta elemental en el caso colombiano.



Lo que se pudo prevenir y no se previno


En Colombia la gran oleada de violencia vivida hasta la fecha fue un fenómeno prevenible. El siglo XX demostró que la polarización, la intolerancia y la radicalización son ingredientes perfectos para desatar el terror. El fenómeno de las guerrillas marxistas y, posteriormente, los grupos paramilitares son sin duda causa de la incapacidad de los colombianos por construir de raíz una cultura política respetuosa con quien es contrario.


En el caso de las guerrillas, el nacimiento de éstas se da a partir del periodo de la Violencia (1946 – 1960; LaRosa & Mejía, 2013, p. 177) y hacia la década de los sesenta, en que el orgullo cubano por su revolución victoriosa hizo creer a los países oprimidos por los autoritarismos de la región que la sublevación y el cambio de régimen era posible, vía el uso de las armas. Sin embargo, otro factor determinante fue la violencia política entre conservadores y liberales que eliminaba de toda forma posible la idea contraria. Es decir, la gravedad en definitiva no es el desacuerdo por las ideas de otro grupo social, sino cuando a ese grupo social diferente se le quiere desintegrar. Este fenómeno se traduce en violencia directa e indirecta (Galtung, 2016, p. 154) que, además, puede mutar fatalmente en ultra violencia (Balibar, 2015, p. 50), que es cuando se terminan observando casos como el de la Unión Patriótica, las masacres, el narcoterrorismo y la degradación de la guerra.


Por otra parte, el caso paramilitar puede verse de dos maneras: por un lado, como la expresión del narcotráfico por defender sus intereses a nivel territorial y acaparar tierras para sus propios intereses. Por el otro, como una forma radical de antagonismo ideológico, porque el paramilitarismo destruía todo lo que “le oliera a izquierda”. Para interesados en el tema, en una de las más célebres entrevistas ofrecidas por Carlos Castaño Gil, miembro fundador de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (1995- 1997; Ronderos, 2014, p. 226) y posteriormente de las Autodefensas Unidas de Colombia, este comandante afirmó que su trabajo y sus acciones eran heroicas y que con ellas “estaba construyendo país” (Castaño, 2000). Lo alarmante en su momento no fue que el paramilitarismo se sintiera cómodo y grande con su accionar, sino que el Estado colombiano lo legitimara y participara de su mano desembocando en violaciones a los Derechos Humanos (Duzán, 2012, p. 263), o con su presencia desvergonzada en las más altas instituciones (Leal, 2016).


Todo lo anterior puede parecer lejano a la discusión propuesta, sin embargo, en la matriz del conflicto armado colombiano los sesgos de confirmación han sido determinantes. La violencia bipartidista, la violencia entre paramilitarismo y guerrilla, así como la multiplicidad de violencias actuales obedecen en gran parte a la incapacidad de sus líderes por desligarse de sus convicciones más profundas, porque por más equivocación de las partes que haya siempre se aferran a sus ideales de forma hermética sin darse la posibilidad a construir un pensamiento crítico que les represente incomodidad, duda, cuestionamiento y, en últimas, el reconocimiento al opuesto. Si los colombianos, así como sus grupos radicalizados comprenden que en los opuestos pueden hallar propuestas de valor y estrategias necesarias para el desarrollo y el crecimiento, la forma de gobernar y de vivir el universo político y social puede llegar a tener un cambio fundamental: el de la esencia de la política colombiana.



“Cold War is Over”


Cuando el final de la Segunda Guerra Mundial significó la divisón del mundo en un sistema bipolar dividido en dos grandes bloques ideológicos y militares, el globo se pintó de rojo comunista o azul capitalista; sin lugar — en principio — a otra posibilidad. Hasta el final del siglo XX en que el muro de Berlín y la Unión Soviética cayeron, los pueblos vivieron en constante incertidumbre de lo que podía suceder si algún día un hegemón tomaba una decisión definitiva. A pesar de esto, nuevamente este radicalismo y esta polarización demuestra que, como dice Diana Uribe, la guerra fría solo lo era para los dos países enfrentados. En Vietnam, Afganistán, Laos y Camboya, Corea, entre otros, la guerra fue tradicional. Durante este tiempo el mundo vivió entre el realismo y el neorrealismo más puro, pues fueron épocas en que la amenaza era permanente y el interés nacional primaba, aunque los países comenzaban a coexistir de alguna manera en medio de su tensión.


A pesar de lo anterior, el periodo de Guerra Fría también fue una época en que, al interior del bloque occidental, específicamente en Europa, se logró evidenciar una suerte de apertura a opciones más allá del comunismo y el capitalismo enfrentados. Por ejemplo, durante la implementación del plan Marshall, el modelo económico utilizado fue el Welfare state. Este sistema se basaba en la convicción de que el Estado debía ser intervencionista y contribuir a la reconstrucción de la Europa de post guerra. Más adelante, este modelo sería criticado por el naciente pensamiento neoliberal que culpaba al paternalismo de dar cabida a sociedades perezosas y de limitar la capacidad de las empresas privadas por generar competitividad, innovación y mayor riqueza en las sociedades. El punto cumbre del pensamiento neoliberal fue evidente en Reino Unido bajo el mando de la conservadora Margaret Thatcher (1979-1990); posteriormente, la socialdemocracia, y/o modelo de la tercera vía se tomó el modelo económico de la mano del laborista Tony Blair (1997-2007).


De igual manera, al finalizar la Guerra Fría, el hard power característico del siglo XX se comenzó a cambiar por soft power o smart power, esto significa que del peligro y la amenaza permanente, la forma que tuvo el mundo de actuar frente a cualquier evento fue por medio del consenso, la cooperación o el beneficio mutuo. Esta forma liberal de actuación entre países se halla en los textos del politólogo Robert Putnam.  En síntesis, el final de la Guerra Fría significó un paso delante de la binarismo y convirtió al mundo en un sistema multipolar y pluralista con proyección democrática y humanista. Este modelo de mundo pacífico y tolerante entre sí ha sido el deseo del orden mundial internacional y de instituciones supranacionales como la Organización de las Naciones Unidas, en las cuales trabajan países que incluso tienen relaciones tensas pero la intención de servir a intereses superiores y, sobre todo, dejar de lado las más profundas convicciones en bien del pacifismo en el mundo. Cuando la Guerra Fría terminó, el pensar solo como un buen capitalista y despreciar al criminal comunista debió cesar; sin embargo, todavía y más recientemente, los Estados del mundo parecen estar polarizados emotivamente y propagando ideas y discursos con narrativas de odio que además de promover la comodidad de no pensar en más allá, trae de nuevo ideas irracionales contra las que el orden liberal combatió en el siglo XX.



Lecciones de cultura política


La cultura política de un Estado es un conjunto de costumbres y creencias legitimadas, normalizadas y válidas dentro de una sociedad. Este conjunto puede ser positivo, o negativo, y depende tanto del elemento humano del Estado como de la administración la tendencia de la cultura política. En Colombia la cultura política es desafortunada. Varios ejemplos pueden argumentar tal afirmación: las discusiones eternas y espectaculares en el Congreso, la personalización de la política limitando todo a la izquierda petrista, o la derecha uribista, la narco cultura, la “malicia indígena”, la violencia digital y, por último pero no menos grave, la destrucción del legado de la administración anterior, por el de la nueva.


En Veto Players, George Tsebelis argumenta que en una democracia, la rama legislativa nunca podrá romper la estabilidad si sus miembros son ideológicamente herméticos y cerrados al consenso (2002, pp. 27 – 32). En un principio la premisa puede resultar extraña, sin embargo, para nada lo es. Si dos jugadores con veto (miembros del Congreso) son opuestos ideológicamente y bajo ninguna circunstancia son capaces de llegar a un acuerdo, entonces nada que sea necesario que cambié cambiará, porque existe una cuerda tensa que ninguno permite distender. Por el contrario, si en el Congreso los jugadores son capaces de acercarse, dialogar y construir de forma armónica en medio de sus diferencias acuerdos de mutuo beneficio, es muy probable que haya cambio y movilidad, porque los inputs estatales, sociales y demás van a procesarse hasta ser outputs materializados. Por este motivo, la primera lección de cultura política es elegir el congreso que el votante desea de forma coherente entre la rama ejecutiva y la rama legislativa. El objetivo de esta elección consiente es que los proyectos que una agenda gubernamental defiende puedan ser tramitados pacíficamente entre ambas ramas, y que, además, si una mayoría importante desea un gobernante particular, se ocupen de también votar en sincronía por partidos que representen facilidad de negociación entre sí. Lo anterior, por supuesto, no significa eliminar a la oposición, pero indudablemente significa apoyar desde el voto la probabilidad de mayor fluidez en el trámite legislativo.


Como se dijo anteriormente, la Guerra Fría ha terminado, el binarismo y la comodidad de declararse uribista o petrista y destruir mediante polarización afectiva al contrario es una práctica que debe cesar. En 1991 cuando la séptima papeleta fue exitosa y la Constitución colombiana se reformó, uno de sus pilares era el pluralismo político, la diversidad de ideas y la apertura institucional a diferentes maneras de concebir la administración del Estado. En pleno siglo XXI los colombianos contamos con aproximadamente 34 partidos y/o movimientos políticos (Consejo Nacional Electoral, s.f), y todavía faltan muchos por nacer; por consiguiente, ¿a razón de que los colombianos han convertido a la política en cosa de dos individuos? La segunda lección de cultura política consiste en romper la comodidad ideológica de saberse uribista o petrista, o de izquierda y derecha sin conocer al interior de cada concepto la abundancia de sub-ideologías existentes. Tal avance, a su vez, representa un incremento positivo a la salud de la cultura política colombiana, ya que puede nutrir de madurez y consistencia debates que desde la cotidianidad hasta los medios de comunicación y los más serios debates presidenciales terminan siendo un espectáculo carente de seriedad y propuestas que ilustren a la población sobre ideas para contribuir al país.


La sociedad colombiana también es preocupante. La malicia indígena trata sobre la máxima de “el vivo vive del bobo”, por eso en Colombia es muy común escuchar personas quejándose de macro corrupción, pero cometiendo actos corruptos en menor proporción como colarse en el transporte público, engañar a otros, saltarse una fila, pagar por acelerar un trámite, sobornar un agente entre otras. En últimas, los pocos ciudadanos que cumplen la ley y actúan como buenos ciudadanos, terminan pareciendo unos tontos.


De igual manera, a raíz de la comodidad ideológica y el fanatismo a caudillos nocivos, los colombianos han terminado por convertirse violentos también de forma digital, por ello esta normalizado que en redes sociales como Instagram, Tik Tok o Facebook las personas expresen párrafos enteros de falacias de diferentes tipologías insultando a otra persona por expresar una opinión opuesta; así, los colombianos o son mamertos, o son fascistas.


A tal punto ha llegado la polarización en Colombia, que según el informe de confianza realizado por la firma global de comunicaciones Edelman, para el año 2024 el nivel de la misma ha sido de 136 puntos solo por debajo de Argentina (Bernal, 2024). Esta posición ubica a Colombia en el grupo de los países más críticamente polarizados del mundo. Una medición que tiene en cuenta encuestas poblacionales a la confianza que los nacionales tengan para con su país en diferentes aspectos como la confianza institucional, la confianza en las empresas y a las ideas innovadoras.


Medición del grado de polarización mundial

Fuente: (Edelman, 2023)



La tercera lección de cultura política recae en el respeto. El respeto por la ley, por las normas, por hacer lo que es correcto así no sea lo más práctico como esperar a que el semáforo cambie a verde, o aceptar cuando se comete un error y no tratar mal a quien se lo señala en la calle. Así mismo, respeto digital por el contrario y construcción de pensamiento crítico mediante la consulta de diferentes fuentes de información, consultas personales o, en el más humilde de los casos, la opción de no opinar. La violencia digital puede convertirse también en violencia directa en algún punto, por tal razón es fundamental comenzar a debatir en redes con argumentos, opiniones informadas y auto crítica.


Anthony Downs (1992) decía que la democracia era como una economía, y que la elección de un gobernante era la compra de, en este caso, un programa de gobierno. Desafortunadamente, muchas veces las promesas quedan estancadas por múltiples factores, por ejemplo: un cambio que nunca llega. En ese sentido, resulta fundamental que al elegir a un gobernante éste sepa que las acciones positivas de su antecesor no son objeto de destrucción, porque es menester que los proyectos que funcionan continúen andando independientemente de la administración que llegue; más aún, si estos proyectos han sido construidos con base en datos y técnica.


Así, para finalizar, la cuarta lección de cultura política consiste en “comprar” un programa de gobierno tecnócrata, pedagógico, demócrata, que actúe basado en la evidencia de forma armoniosa con las demás ramas, así como en pos del bienestar general y que, saliendo del marco ideológico y las convicciones propias, reconozca en su antecesor un esfuerzo por llevar a cabo proyectos que, posiblemente, valga la pena continuar y finalizar exitosamente.



Recomendaciones


  • Proyección a futuro: En los próximos meses, los medios de comunicación y demás interesados empezarán a escuchar y proveer de información sobre los proyectos políticos de cada candidato a la ciudadanía, en ese punto es esencial que cada persona comience a pensar en lo que considera crucial para el país. En síntesis, es esencial desprenderse de las convicciones ideológicas, y analizar críticamente quien puede ser una opción viable para trabajar coherente y pacíficamente entre las ramas del poder, y que, a su vez, fortalezca la confianza de la población con sus instituciones.

  • Aprendizaje histórico: Comprender que la violencia bipartidista y el enfrentamiento entre grupos criminales ha sido en parte originado por opacar al contrario, evitar la radicalización puede contribuir a frenar el recrudecimiento del pensamiento, los discursos antagónicos y las acciones antidemocráticas que afligen a Colombia actualmente. De esta manera, la invitación es a debatir con respeto y a aceptar que en una democracia debe haber espacio, voz y voto para la pluralidad.

  • Salir del molde: Si el mundo logró romper con el binarismo y dejar de ser bipolar para convertirse en un sistema multipolar, eso significa que las poblaciones también deben comenzar a entender que más allá de defender a sangre y fuego una determinada ideología, es imperativo trabajar con las ideas contrarias, observar sus virtudes, tomar y/o rescatar lo que se pueda de ellas y aceptarlas como puntos de vista válidos y contribuyentes a la democracia y el liberalismo.

  • Empezar desde el yo: Se recomienda a nivel político la promoción de valores democráticos, de respeto por las leyes y de debates a la altura y técnica que se requiere para avanzar. Socialmente, es importante la conciencia y coherencia al hacer uso del voto, promover el pensamiento crítico y, esencialmente, contribuir a disminuir la polarización compleja y peligrosa que se percibe en el ambiente político, y que podría traer nuevas olas de violencia de diferentes tipos.



Conclusión


De no tener en cuenta las reflexiones aquí descritas, Colombia podría estar acercándose a un periodo de intolerancia y atrancamiento crítico, con un acrecentamiento de la violencia y la inseguridad física y digital. Las narrativas extremistas que se han tomado los discursos de la clase política y el pensamiento de la población general son extremadamente peligrosas si comienzan a convertirse en acción colectiva. Por tanto, resulta elemental que, en contra parte, los colombianos comiencen a promover una cultura política democrática y basada en valores liberales que permitan la coexistencia, el pluralismo y el debate sano. En la debacle democrática que Colombia atraviesa, es menester promover valores que refuercen los proyectos que los colombianos siempre han deseado con todo su ser: a saber, la paz. Ahora como nunca, Colombia efectivamente merece un cambio por las generaciones que crecen y las que se avecinan, y este cambio debe estar basado en la técnica, en el desarrollo en áreas fundamentales como la salud, la educación y el empleo, pero también se requiere crecimiento en áreas como la economía, la seguridad y la infraestructura nacional. Un proyecto político que comience a plantar semillas de este tipo de ideas podría ser, a largo plazo, un excelente punto de partida para lograr retomar el camino de la paz y crecer en valores.


Referencias

Balibar, É. (2015). Violencia, política, civilidad. Ciencia Política, 10(19), 45–67.

Bernal. (2024). Colombia es el segundo país más polarizado del mundo, según consultora internacional: qué es lo que está pasando. Infobae. https://www.infobae.com/colombia/2024/09/16/colombia-sigue-siendo-el-segundo-pais-mas-polarizado-del-mundo-segun-consultora-internacional/

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Downs, A. (1992). Teoría Económica de la Acción Política en una Democracia. En Diez Textos Básicos de Ciencia Política, pp. 93 – 111. Ariel: Ciencia Política.

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Harari, Y. N. (2016). Homo Deus: Breve historia del mañana. Debate.

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