Desafíos y resistencias: El auge del antifeminismo y su impacto digital en América
August 22, 2025
Author:
María Ximena Garzón
En los últimos años, el continente americano ha experimentado un incremento significativo de gobiernos con orientaciones políticas de derecha o conservadoras. Esta tendencia ha ido paralela a un incremento visible y organizado de discursos antifeministas que desafían y criminalizan las agendas de género, en las que se busca frenar los avances en derechos de mujeres y diversidades sexuales.

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Introducción
En los últimos años, el continente americano ha experimentado un incremento significativo de gobiernos con orientaciones políticas de derecha o conservadoras. Esta tendencia ha ido paralela a un incremento visible y organizado de discursos antifeministas que desafían y criminalizan las agendas de género, en las que se busca frenar los avances en derechos de mujeres y diversidades sexuales. Esta inclusión del antifeminismo no se limita a un contexto local o nacional específico, por el contrario, se ha extendido a lo largo de todo el continente americano.
En este sentido, el antifeminismo se presenta como una herramienta política que funciona para cuestionar y desafiar de manera directa y sistemática los avances logrados en materia de igualdad de género, derechos reproductivos, así como la visibilización y ampliación de derechos de las diversidades sexuales. Este fenómeno, lejos de ser solamente una reacción cultural o social a ciertos cambios en las normas de convivencia y equidad, debe entenderse como un mecanismo complejo de ejercicio de poder.
El presente análisis, analiza cómo esta nueva ola conservadora en las democracias americanas utiliza el discurso antifeminista como estrategia central para concretar un público específico de votantes y el rol de las redes sociales como herramienta de difusión masiva de este discurso, en la que se configura no sólo como una postura ideológica-cultural, sino como una estrategia política deliberada para mantener y fortalecer estructuras de poder basadas en la desigualdad y la exclusión.
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Conceptos
Antifeminismo: Movimiento y discurso que se opone a las demandas feministas y derechos de género, presentándose como defensa de valores tradicionales y la familia natural (CEPAL, 2019).
Nueva derecha / ultraderecha: Corriente política que combina conservadurismo y populismo, utilizando el antifeminismo para movilizar sectores sociales y consolidar bases electorales (Mudde, 2007; Levitsky & Ziblatt, 2018).
Ideología de género: Concepto usado por sectores conservadores para desacreditar políticas feministas y de diversidad sexual, alegando que imponen valores contrarios a lo natural y religioso (ONU Mujeres, 2019).
Violencia digital: Ataques, acoso y campañas de desprestigio en plataformas digitales contra activistas feministas y LGBTQ+, limitando su visibilidad y participación (Amnistía Internacional, 2021).
Masculinosfera / manosphere: Conjunto de comunidades digitales antifeministas que promueven masculinidades tradicionales y rechazan la igualdad de género (Ging & Siapera, 2019).
Polarización social y política: División creciente en la sociedad sobre temas de género que dificulta consensos y favorece la conflictividad (Lipset, 1960; Levitsky & Roberts, 2011).
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Antifeminismo como política conservadora
El antifeminismo articula discursos que a menudo combinan elementos conservadores, religiosos y populistas, creando narrativas que buscan deslegitimar y estigmatizar no solo al feminismo como movimiento social y político, sino también a sus conquistas históricas y contemporáneas. Estas narrativas antifeministas se basan en la construcción de un antagonismo entre las propuestas feministas y unos supuestos “valores tradicionales”, los cuales se presentan como protectores de la “familia natural” y la “moral social”. Desde esta perspectiva, tal como lo señala la investigadora Karina Batthyány (2025), el antifeminismo se convierte en un dispositivo político que aprovecha miedos, prejuicios y estigmas para consolidar identidades políticas de derecha en la región. Por lo tanto, se generan divisiones que posibilitan la consolidación de una base política conservadora, resistente al cambio y favorable a la reproducción de modelos patriarcales y heteronormativos.
En este contexto, de acuerdo con el periodista Cristóbal Rovira (2025), la ultraderecha, en particular, ha intensificado notablemente la politización de este tema, sosteniendo que es momento de erradicar el llamado “marxismo cultural” y la “ideología woke”. En este contexto, el antifeminismo en la región no se presenta como una simple reacción cultural, sino que funciona como un proyecto político articulado, con aliados estratégicos en gobiernos, iglesias y think tanks internacionales que buscan consolidar y expandir esta agenda conservadora (Rovira, 2025). Estos términos funcionan como símbolos que agrupan diferentes fenómenos sociales vinculados con los movimientos progresistas, especialmente aquellos relacionados con las luchas feministas, antirracistas y de diversidades sexuales.
Para estos sectores ultraconservadores, el “marxismo cultural” representa una supuesta amenaza que busca desestabilizar los valores tradicionales y las bases “naturales” de la sociedad, tales como la familia patriarcal, los roles de género clásicos y la identidad nacional basada en normas heteronormativas. Al mismo tiempo, la idea de combatir la “ideología woke” se traduce en una resistencia activa a la incorporación de discursos de inclusión y equidad en las políticas públicas, la educación y la cultura popular. En este marco, movimientos sociales y agendas feministas son etiquetados como expresiones de un “radicalismo cultural” que intenta imponer una visión ideológica alejada de la “realidad” y “los valores ancestrales”.
El crecimiento del antifeminismo y sus impactos la región
El sociólogo Jordi Bonet i Martí (2022) expone que en América el antifeminismo contemporáneo se redefine como una plataforma política que excede la mera oposición ideológica para erigirse como dispositivo de identificación y movilización de las derechas. Este movimiento cuestiona frontalmente derechos reproductivos, las políticas de igualdad y la diversidad sexual, enarbolando discursos que reivindican un orden “natural” y “biológico” del género y la familia.
Este fenómeno tecnológico y comunicacional trasciende y promueve una narrativa homogénea antifeminista, donde se construyen enemigos sociales, se cuestionan conquistas fundamentales y se desencadenan reacciones en cadena que afectan la agenda pública y las políticas sociales. Esto también explica cómo líderes y movimientos de derecha pueden aprovechar la desinformación para cultivar bases electorales segmentadas y culturalmente fragmentadas.
Por ejemplo, en Estados Unidos, durante la primera administración de Trump, estas ideas encuentran eco institucional, con políticas que restringieron el acceso al aborto y un discurso público que banaliza y estigmatiza los movimientos feministas, lo cual en su segunda vez en el cargo desea replicar. Brasil, bajo la presidencia de Bolsonaro del 2019 al 2023, se amplificó esta dinámica, asociando el feminismo y las diversidades a una supuesta agenda “anticristiana” y promoviendo campañas masivas de desinformación en redes sociales que exacerbaron la violencia contra estos movimientos. En Argentina, Milei ha enarbolado un discurso que identifica al feminismo con la destrucción de la “identidad nacional” y los valores conservadores, lo que ha estimulado un crecimiento del antifeminismo en el debate público y digital.
En el resto del continente se enfrentan fuertes movimientos conservadores que repiten estas narrativas y utilizan la moral tradicional como eje contra avances en derechos sexuales y reproductivos. De acuerdo con la investigación Actitudes antifeministas en América Latina, realizada por el Laboratorio para el Estudio de la Ultraderecha o ultra-lab (2025), se identifica que aproximadamente un tercio de la población en países como Argentina, Brasil, Chile, El Salvador y México manifiesta altos niveles de antifeminismo, mientras cerca del 50% presenta niveles bajos.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos recogidos por Ultra-Lab (2025)
La gráfica evidencia un panorama complejo y fragmentado en torno al antifeminismo en cinco países claves de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, El Salvador y México. Si bien alrededor de la mitad de la población muestra niveles bajos de rechazo hacia el feminismo, existe un porcentaje significativo, cercano al 30%, que expresa posiciones altas de antifeminismo; siendo El Salvador el país con mayor porcentaje. Este fenómeno refleja no solo una resistencia cultural, sino también un posicionamiento político y social ligado a estructuras tradicionales que defienden valores conservadores y patriarcales. La importancia de estas cifras radica en cómo el antifeminismo, lejos de ser un fenómeno marginal, funciona como un eje de movilización para movimientos y gobiernos de derecha que buscan frenar las agendas progresistas y mantener su base electoral en sectores que sienten amenazadas sus identidades y privilegios.
Este rechazo se articula con actitudes conservadoras respecto a temas como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario, la adopción homoparental, y se vincula a posturas autoritarias y de defensa del orden tradicional, incluyendo la justificación de la pena de muerte y la flexibilización de las leyes sobre tenencia de armas. La variable sociodemográfica más relevante para explicar el antifeminismo es el género, con los hombres presentando consistentemente mayores niveles de rechazo a las ideas feministas que las mujeres. Además, la afiliación religiosa, especialmente el protestantismo/evangelismo y la intolerancia religiosa, se asocian a mayores niveles de antifeminismo (Rovira Kaltwasser et al., 2025).
Este escenario pone de manifiesto un fenómeno de politización del antifeminismo, en el que fuerzas ultraconservadoras buscan un realineamiento electoral a través de la potenciación de temas culturales ligados a la defensa del patriarcado, la familia tradicional y la oposición a la agenda feminista.
Este contexto, obliga a pensar en estrategias para presentar las ideas feministas que no solo generen adhesión entre determinados sectores, sino que también eviten el rechazo de otros grupos, con el fin de resguardar y avanzar en derechos de igualdad de género en la región. Esto refleja la tensión persistente entre los avances normativos y el fortalecimiento de discursos y fuerzas políticas antifeministas, los cuales utilizan tanto los espacios públicos como las redes sociales para disputar la agenda de género.
La expansión del antifeminismo en las redes sociales
En la región, las redes sociales se han convertido en un espacio clave para la disputa ideológica y política en torno al feminismo y la igualdad de género. Según el informe Sin Filtro (LLYC, 2025), las plataformas digitales como X, Facebook, Instagram y TikTok son hoy el principal campo donde se difunden y normalizan discursos antifeministas que desafían las conquistas históricas de las mujeres y las diversidades sexuales en la región.
El informe evidencia una explosión en la viralización de mensajes de odio y campañas de desinformación sobre temas de género que resultan en ataques directos a activistas feministas, lo cual limita su participación pública y provoca violencia digital. De acuerdo con la investigación, el 50% de los mensajes relacionados con el feminismo en la plataforma X sufren ataques o vandalización, lo que no solo distorsiona el debate, sino que genera un entorno hostil que limita la libertad de expresión de mujeres y disidencias (LLYC, 2025).
Este escenario digital reproduce y amplifica narrativas que caricaturizan al feminismo como un movimiento radical o extremista, utilizando formatos breves y emocionalmente cargados que facilitan una rápida propagación generada por los algoritmos de las plataformas. El resultado es una polarización exacerbada que dificulta la construcción de consensos en torno a la igualdad.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos recogidos por LLCY (2025)
En el caso de América, tal como lo representa la gráfica, la proporción de mensajes provenientes de comunidades feministas y antifeministas en diferentes países demuestra el debate polarizado sobre la igualdad de género en redes sociales en la región. Según el informe Sin Filtro (LLYC, 2025), a medida que el debate sobre la igualdad gana mayor espacio frente a su contraparte, se observa que las comunidades feministas tienden a ser más variadas y dispersas, es decir, más plurales en sus opiniones y menos homogéneas. Esto se traduce en una correlación positiva del 45% entre mayor conversación feminista y diversidad en las comunidades que la defienden.
Así, la gráfica evidencia cómo la dinámica del debate en redes sociales tiene impactos directos en la configuración social, pues si bien un mayor espacio para la conversación feminista fomenta comunidades más diversas y diálogos menos polarizados, también la predominancia antifeminista intensifica la radicalización, limita la pluralidad y refuerza resistencias a los avances en igualdad.
La masculinosfera en América: Motor y amplificador digital del antifeminismo
Más allá de la viralización de mensajes concretos, el fenómeno conocido como masculinosfera o manosphere juega un papel crucial en la propagación y legitimación del antifeminismo en el espacio digital americano. A raíz de la nueva era de gobiernos con orientaciones políticas de derecha o conservadoras, esta red global de comunidades digitales promueve una masculinidad tradicionalista y antimodernista, que rechaza frontalmente las políticas y discursos feministas, defendiendo la “protección” de un orden patriarcal considerado amenazado por las agendas de igualdad (Center for Masculinities and Social Justice, 2025).
El Center for Masculinities and Social Justice (2025) resalta que la masculinosfera encuentra en América un terreno fértil para difundir ideologías neomachistas que apelan particularmente a hombres jóvenes, quienes, en varios países del continente, experimentan una percepción de pérdida de privilegios y cambios en los valores tradicionales. Este sentimiento es amplificado por contenidos virales y algoritmos que priorizan la difusión de mensajes simplificados y emotivos. De acuerdo con el informe Sin Filtro, “los formatos breves como vídeos cortos y memes favorecen la difusión de mensajes que se refuerzan constantemente a través de los algoritmos, generando una reacción patriarcal que se retroalimenta en el entorno digital” (LLCY, 2025).
Como consecuencia, el entorno digital plagado de violencia y desinformación no solo representa un problema inmediato para la libertad de expresión, sino que también contribuye a la radicalización y consolidación de comunidades antifeministas con posturas rígidas y homogéneas de derecha. Esta realidad limita la diversificación y pluralidad en el debate sobre igualdad, mientras que, paradójicamente, los grupos feministas suelen mostrar mayor diversidad y elaboran respuestas más argumentadas, aunque bajo constante ataque (LLYC, 2025).
Además, la presencia activa y polarizadora de figuras públicas, partidos políticos y líderes ultraconservadores en América fomenta una narrativa que asocia el feminismo con amenazas a la “familia tradicional” o a la “identidad nacional”, posicionando al movimiento por la igualdad como enemigo cultural. Este fenómeno, observado en países como Argentina, Brasil, Chile y México, refuerza un clima de polarización digital que afecta la estabilidad democrática y dificulta el avance social.
El protagonismo de estos actores por amplificar mensajes antifeministas, así como en promover discursos de resistencia enfocados en la masculinosfera, alimentan un clima de polarización extrema en el debate público y en las redes sociales. Los gobiernos y partidos de derecha utilizan esta narrativa para justificar la reducción de recursos a programas de prevención de violencia de género, derechos reproductivos y políticas de diversidad, además de facilitar la implementación de legislaciones restrictivas contra estos derechos.
Esto genera un retroceso tangible en la protección y ampliación de los derechos de mujeres y diversidades sexuales, y refuerza modelos hegemónicos que perpetúan la desigualdad y exclusión. En este contexto, el feminismo en las Américas se enfrenta a un doble desafío. Por un lado, resistir la criminalización y deslegitimación promovidas desde altos niveles de poder. Por otro, superar la fragmentación social y política que dificulta la implementación de políticas públicas inclusivas. La polarización exacerbada promovida por estas figuras y gobiernos ultraconservadores obstaculiza el diálogo democrático y pone en riesgo no solo la igualdad de género, sino la cohesión social y la estabilidad política en la región.
Recomendaciones
Adoptar estrategias integrales de protección: Es fundamental implementar una regulación continua y eficiente que controle el auge del antifeminismo en plataformas digitales. Esto incluye mecanismos claros de protección para activistas feministas y de diversidades sexuales, así como sanciones efectivas contra quienes promuevan discursos de odio.
Incorporar educación con perspectiva de género desde la infancia: Se deben diseñar e implementar programas educativos que desmonten estereotipos y prejuicios culturales desde edades tempranas. La educación debe fortalecer una comprensión crítica y respetuosa sobre igualdad, derechos humanos y diversidad, generando una cultura que promueva el respeto y la inclusión a largo plazo.
Fortalecer la participación política y social de mujeres y diversidades: Es necesario garantizar no solo cuotas de representación, sino también crear espacios seguros, inclusivos y con capacidad real de incidencia en la toma de decisiones públicas.
Fomentar la cooperación regional y alianzas estratégicas: La lucha contra la desinformación y los discursos de odio debe ser coordinada a nivel regional, alineando esfuerzos entre movimientos feministas, organismos internacionales y gobiernos. Esta cooperación permitirá articular campañas de comunicación efectivas, compartir buenas prácticas y asegurar la sostenibilidad y continuidad de las políticas públicas que promueven la igualdad de género.
Conclusión
El ascenso del antifeminismo en América Latina constituye un desafío histórico y profundo para la democracia y el respeto a los derechos humanos en la región. Si se implementa de manera sostenida y coordinada una estrategia integral que incluya educación con perspectiva de género, una protección efectiva frente a los discursos de odio en plataformas digitales, y el fortalecimiento real de la participación política y social de mujeres y diversidades, será posible construir un escenario más esperanzador. Estas acciones permitirán contrarrestar las narrativas conservadoras que buscan mantener modelos sociales excluyentes, reducir la polarización social y consolidar una convivencia democrática plural y respetuosa.
De no ser así, la ausencia de estas acciones de manera conjunta y comprometida puede profundizar un escenario de retroceso peligroso. La consolidación de discursos antifeministas como herramientas políticas autoritarias puede alimentar la desinformación, la violencia digital y la censura hacia quienes defienden la igualdad. Institucionalmente, ello podría significar un aumento en los recortes y bloqueos a políticas públicas claves en la prevención de la violencia de género, la salud sexual y reproductiva, y la promoción de la equidad laboral y educativa. Este contexto fomentaría una mayor fragmentación social, la exclusión de grupos históricamente vulnerados y el deterioro de la calidad democrática, poniendo en riesgo no solo la igualdad de género, sino también la justicia social y la convivencia pacífica en América Latina.
En este escenario, la articulación de acciones coordinadas, basadas en evidencia y comprometidas con una visión plural e inclusiva de ciudadanía es la única vía para preservar y ampliar los avances en igualdad de género. Movimientos feministas, organismos internacionales y gobiernos deben aumentar sus esfuerzos colectivos para generar alianzas estratégicas que enfrenten de manera conjunta este fenómeno. Solo a través de un compromiso multidimensional y sostenido será posible avanzar hacia sociedades más justas, igualitarias y respetuosas de la diversidad, garantizando así la sostenibilidad de la democracia y la justicia social en toda la región.
Referencias
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Bonet-Martí, J. (2020). Estudios sobre resistencia a la igualdad de género. Centro Reina Sofía.
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Equimundo. (s. f.). What is the manosphere? https://www.equimundo.org/what-is-the-manosphere/
Fundación Friedrich Ebert (FES). (2025). Actitudes antifeministas en América Latina (C. Rovira Kaltwasser, T. Arriaza Moreno & T. Tanscheit). FES Chile. ISBN: 978-956-6410-10-2. https://chile.fes.de/publicaciones
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Levitsky, S., & Roberts, K. M. (2011). The resurgence of the Latin American left. Johns Hopkins University Press. https://jhupbooks.press.jhu.edu/title/resurgence-latin-american-left
LLYC. (2025). La conversación vandalizada necesita el filtro de la igualdad: Informe Igualdad sin filtro 2025. LLYC Global. https://llyc.global/ideas/que-es-la-polarizacion-y-por-que-importa/
Mamié, C., Emmanouilidis, J., & Sánchez Salgado, R. (2021). New masculinities and digital antifeminism. Revista Digital UCM. https://revistadigital.ucm.es/index.php/EPI/article/download/84198/45644
Mudde, C. (2007). Populist Radical Right Parties in Europe. Cambridge University Press.
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